domingo, 22 de julio de 2012

Los Ferreira de Mendoza

Como ya lo mencioné al referirme a la familia Ferreira, esta tuvo su origen en Mendoza, fruto del matrimonio del genovés Juan Pablo Ferreira con la mendocina Clara Balenzuela.
El matrimonio Ferreira-Balenzuela tuvo seis (6) hijos (al menos es lo que he podido verificar): José Raymundo, Gregorio, Antonio, María Josefa Sebastiana, José Manuel y Gavino.

1) José Raymundo Ferreira Balenzuela nació en Mendoza el 21 de enero de 1780, y fue bautizado en al Parroquia de San Nicolás de Tolentino once días después, el 1 de febrero de 1780; sus padrinos fueron Juan Francisco Balenzuela y María Isabel Balenzuela, posiblemente hermanos de su madre.
José Raymundo se casó alrededor del año 1805 con Claudia Barbosa, y tuvieron al menos 5 hijos, el último de los cuales fue póstumo, ya que nació dos meses después de la muerte de su padre. Estos hijos fueron:

1.1) José Eugenio Ferreira Barbosa, bautizado en Mendoza el 15/XI/1806, sus padrinos fueron sus tíos Gregorio Ferreira y María Gracia Herrera;

1.2) Eugenia del Carmen Ferreira Barbosa, bautizada en Mendoza el 17/XI/1807; sus padrinos fueron Martín Videla y Xaviera Videla;

1.3) María Nicolasa Ferreira Barbosa, bautizada en Mendoza el 9/IX/1811; sus padrinos fuerons sus tíos Gregorio y María Gracia;

1.4)  Juan José Clemente Ferreira Barbosa, nacido en Mendoza el 21/XI/1813 y bautizado dos días después; sus padrinos fueron sus tíos Gregorio y María Gracia;

1.5) Antonio Ferreira Barbosa, nacido en Mendoza el 15/I/1815 y bautizado dos días después; sus padrinos fueron también Gregorio Ferreira y María Gracia Herrera.

José Raymundo Ferreira Balenzuela falleció en Mendoza el 21/XI/1814, y en el acta de defunción consta que estaba casado con Claudia Barbosa.

2) Gregorio Ferreira Balenzuela nació alrededor del año 1781 (no se encontró el acta de bautismos pero en las actas de casamiento dice que era hijo de Juan Pablo Ferreira y de Clara Balenzuela).
Gregorio Ferreira Balenzuela se casó tres veces:
- Se casó por primera vez en Mendoza, el 25/VI/1798, con María Gracia Herrera, nacida en 1778, hija de Francisco Herrera y de Teresa Puebla. María Gracia Herrera falleció en Mendoza el 22/VIII/1818, a los 40 años y aparentemente si hijos.
- Gregorio se casó por segunda vez, también en Mendoza, el 7/III/1821, con María del Rosario Carrión, nacida el 12/X/1801, hija de Damián Carrión y de Manuela Rodríguez. Con María del Rosarió Carrión tuvo cuatro (4) hijos:

2.1) José Gregorio Germán Ferreira Carrión, nacido en Mendoza el 28/V/1821;

2.2) José Saturnino Ferreira Carrión, nacido en Mendoza el 4/VI/1822;

2.3) Juana María del Rosario Ferreira Carrión, nacida en Mendoza el 30/IX/1826;

2.4) Juana del Corazón de Jesús Ferreira Carrión, nacida en Mendoza el 8/I/1829.

María del Rosario Carrión falleció en Mendoza el 31/X/1829.

- Gregorio aparentemente emigró a Chile, donde se casó el 12/XI/1831, en la Parroquia de Santa Rosa de Los Andes, con Ursula Arancibia, hija de Cristóbal Arancibia y de Carmen Meza. Con Ursula Arancibia tuvo al menos una hija, llamada

2.5) Petronila Ferreira Arancibia, la cual se casó el 18/IV/1870, en la Parroquia de San Felipe de Aconcagua (Chile), con José María Araya, hijo de Francisco Araya y de Antonia Arancibia. Este matrimonio tuvo al menos un hijo, que se llamó José Juvenal Araya Ferreira, bautizado en San Felipe de Aconcagua el 26/VII/1869.

De esta manera se dio origen a una rama de la familia Ferreira también en Chile.

3) Antonio Ferreira Balenzuela, nació en Mendoza el 16/I/1782 y fue bautizado cuatro días después; sus padrinos fueron Simón Videla y Josefa de Videla. Antonio Ferreira Balenzuela emigró al Uruguay donde se casó con Martina Santa Ana, dando origen a la rama de la familia en Uruguay.

4) María Josefa Sebastiana Ferreira Balenzuela nació en Mendoza el 15/XII/1783, y fue bautizada tres días después, sus padrinos fueron Felipe Calle y María Pabón.

5) José Manuel Ferreira Balenzuela, nació en Mendoza el 13/IV/1789 y fue bautizado cinco días después; sus padrinos fueron Joseph Manuel Saénz y Josefa Godoy.
José Manuel se casó, aparentemente en Buenos Aires, con Bernardina Rita González, nacida en Buenos Aires el 22/V/1791, hija de Gervasio González y de María Martina Rosales.
Tuvieron cinco (5) hijos, los tres primeros nacidos en Buenos Aires, y los otros dos en Mendoza.

5.1) Juan Rafael Ferreira González, nacido en Buenos Aires y bautizado en la Parroquia de Montserrat el 26/X/1809; sus padrinos fueron Thomás Fernández y Paula González.

5.2) María de las Nieves Ferreira González, nacida en Buenos Aires y bautizada en la Parroquia de la Piedad el 7/VIII/1811, cuando tenía 2 días de nacida; sus padrinos fueron Manuel Ferreira y Manuela Díaz.

5.3) María Gregoria del Corazón de Jesús Ferreira González, nacida en Buenos Aires el 25/V/1813;

5.4) Natalia Viviana Ferreira Gonzalez, nacida en Mendoza el 29/XI/1815 y bautizada 2 días después; sus padrinos fueron Gregorio Ferreira y Maria Gracia Herrera;

5.5.) Micaela del Carmen Ferreira González, nacida en Mendoza el 9/V/1817 y bautizada dos días después; sus padrinos fueron Bentura Vidal y Claudia Barbosa.

6) Gavino Ferreira Balenzuela nació en Mendoza el 25/X/1791 y fue bautizado siete días después; sus padrinos fueron Joseph Espejo y María Balenzuela.


Como se puede observar, la Familia Ferreira no solo nació y se desarrolló en Mendoza sino que también se ramificó hacia dos paises limítrofes, Chile y Uruguay.










martes, 17 de julio de 2012

Los Méndez de Antonio Tomás

En el censo de 1820, en el Distrito de Alcaráz, figura Don José Mariano Méndez, paraguayo, de 30 años, junto a su esposa, Ursula Lescano, de 24 años, y con ellos figuran además: Alberto Méndez, de 18 años; Gregorio Méndez, de 9 años; Antonio Méndez, de 19 años; Justo Méndez, de 20 años; Simona Méndez, de 2 años; Francisca Méndez, de 1 año; Angela Méndez, de 1 año y Melitón Méndez, de 1 año.
De todos ellos, si bien figuran como hijos del matrimonio, jamás podrían serlo, por la escasa diferencia de edad.
He podido comprobar que el matrimonio Méndez-Lescano tuvo los siguientes hijos:

1) María Francisca, fallecida siendo párbula el 18 de octubre de 1814, en la zona de Antonio Tomás y sepultada en Paraná;
2) Ángela, nacida el 5 de mayo de 1818 y bautizada en Paraná el 14 de ese mes y año; su padrino fue Mateo de los Ríos;
3)  Josefa Manuela, bautizada en la Parroquia de Ntra. Sra. de los Dolores de Alcaráz el 31 de octubre de 1822, cuando tenía alrededor de 1 año de edad, su padrino también fue Mateo de los Ríos;
4) Gregoria, nacida el 28 de noviembre de 1823 y bautizada en la Parroquia de Alcaráz el 17 de octubre de 1824, sus padrinos fueron Manuel Troncoso y Felipa Maidana;
5) Eugenia, nacida el 19 de agosto de 1826 y bautizada en Paraná el 17 de marzo de 1827, sus padrinos fueron Cayetano Godoy y Tomasa Aquino.

Si bien no lo puedo precisar, Angela Méndez sería la madre de Justa Méndez, mi bisabuela, y en consecuencia, mi tatarabuela. De acuerdo a la documentación existente, Justa Méndez era hija natural de Angela Méndez; y la única Angela Méndez que aparece en los registros de esa época es, precisamente, esta Angela Méndez nacida en la zona de Antonio Tomás.

Josefa Méndez se casó en Paraná, el 24/VI/1867, con Claudio Grandoli, hijo de Cipriano Grandoli y de María Rosa de los Ríos, con el cual había tenido, antes de casarse, 9 hijos, los cuales fueron legitimados por el matrimonio de sus padres. Esta familia es descripta al tratar la familia de los Ríos.
En ese época era muy común que las personas convivieran sin casarse, y tuvieran hijos en esas condiciones, los cuales eran legitimados cuando sus padres se casaban. Los hijos de Josefa y Claudio fueron bautizados inicialmente con el apellido Mendez y luego cambiaron su apellido por el de Grandoli, al ser legitimados.

Eugenia Méndez se casó en Paraná, el 15/IX/1862, con Francisco Ochoa, hijo de Manuel Ochoa y de Saturnina Salazar. En el censo de 1869, figuran ambos en la zona de Antonio Tomás, y Francisco Ochoa figura nacido en Buenos Aires y de 34 años de edad.



domingo, 15 de julio de 2012

La tía Justa

Mis recuerdos de la tía Justa son un poco borrosos porque falleció cuando yo tenía sólo 6 años, pero algunas cosas de ella aún recuerdo.
Justa Josefa Miranda había nacido en Paraná el 17 de septiembre de 1884, y era hija de Don José Miranda y de Doña Justa Mendez.
Fue una de las últimas hijas del matrimonio Miranda, despúes de ella nacieron mi abuela Haydee y María Angélica.
Recuerdo que era baja de estatura, a diferencia de su hermana Angela, de cabello teñido de negro azabache, de párpados caídos y de nariz un poco grande. Tenía un aspecto serío y duro, pero tenía cierta prelidección por mi hermana Claudia, a la que llamaba "mi muñeca". 
Según dicen, era una persona de carácter, y era maestra, lo que la hacía todo un personaje para la familia, ya que en esa época eran pocas las mujeres que seguían estudios superiores, y ser maestra era toda una institución. Según he podido saber ejercía en la escuelita de Los Corrales, escuela cuya creación había sido encomendada a su padre por disposición del gobierno municipal. Cuando se recibió de maestra, su madre hizo traer de Francia un escritorio tipo "secretaire" que aún tengo en mi casa.
Además era pintora, muchos de sus cuadros decoraban la casa. Recuerdo que había varios en la sala principal. Yo conservo uno de esos cuadros, de unos árabes cabalgando con una cautiva, y mi madre tiene otro, que es un retrato de un "mazorquero".  También supe luego que el retrato de su madre, que estaba siempre sobre un mueble de mármol, había sido hecho por ella. Recuerdo que había un retrato, al pastel, de una mujer con cara melancólica, que decían era de su hermana Rosario, que había fallecido hacía mucho tiempo (no se que se habrá hecho de ese cuadro).
También recuerdo que siempre guardaba todo bajo llave, su escritorio estaba siempre con llave, al igual que su ropero (como si guardara vaya a saber que tesoros allí). A nosotros nos llamaba la atención su ropero, porque en las puertas, en la parte interior, tenía dibujadas muñecas, seguramente pintadas por ella.
La tía Justa tenía problemas cardíacos y falleció de manera un poco repentina, porque recuerdo que yo me desperté sorprendido porque no había ido a la escuela ese día, y me dijeron que era porque, durante la noche, había fallecido la tía Justa. Era un 5 de julio de 1967.

El nonno Rodolfo

Mi abuelo Rodolfo, el Nonno como le decíamos, fue una persona muy importante para mí, de la cual aprendí muchas cosas en mis numerosas estadías en su casa en San Benito. 
San Benito fue para mi como mi segunda casa, ya que durante muchos años, todos los fines de semana los pasaba allí, incluso las vacaciones. Recuerdo que el viernes por la tarde ya preparaba mi bolso y me iba a tomar el colectivo en la Plaza de Mayo para pasar el fin de semana en San Benito. Generalmente iba a la casa de mi tíos Osvaldo y Kitty, porque allí estaba mi primo Roberto, de mi misma edad, con el cual eramos muy compinches. Pero cuando no podía ir allá, por cualquier motivo, me quedaba en la casa del Nonno. Una casa típica de pueblo, con una galería que daba a un patio con un aljibe, y alrededor de la galería estaban las habitaciones de la casa. Yo dormía en la habitación del fondo, la que antes ocupaban mis tíos varones (uno habia muerto y el otro estaba casado), era una habitación muy grande y fría, pero a mi no me importaba. Recuerdo que el Nonno ponía una botella de barro con agua caliente para calentar las sábanas, a modo de bolsa de agua caliente. Siempre se levantaba muy temprano, y cuando yo oía ruidos ya me levantaba; el me preparaba el desayuno y luego de desayunar juntos, donde intercambiabamos algunas palabras, el preparaba su mate y se iba a trabajar en su huerta; y yo lo seguía atrás. Mientras hacía sus tareas me explicaba sobre cuando sembrar determinadas verduras, que habia que tener en cuenta la luna para determinadas plantas, como hacer plantas de gajos, etc. Además regaba sus almácigos con un sistema de canales, que mucho más tarde yo tuve que estudiar en la facultad, y entonces me di cuenta que mi abuelo, sin haber ido a la facultad, aplicaba un sistema de riego artificial por rotación de turnos, uno de los más antiguos, pero aún utilizado en muchas partes. Seguramente lo había aprendido de sus padres, o tal vez lo había leído en algún lado y lo había aplicado. Era una persona a la que le gustaba leer, recuerdo que siempre estaba informado, y que le encantaba hacer crucigramas. Muchas veces me pedia que le comprara esas revistas sobre crucigramas que salían en esa época (no se si todavia se editan). Generalmente, cuando terminaba su tarea en la huerta, se sentaba en la mesa de la cocina, con la revista de crucigramas y un viejo diccionario al lado. Recuerdo que muchas veces me decía, "sabías que tal palabra significa tal cosa". En esos ratos yo aprovechaba a hablar con el y a preguntarle cosas de la familia, de sus padres, de donde eran, etc. información que después me sirvió para armar mi árbol genealógico y obtener la ciudadanía italiana. 
Muchas veces yo le ayudaba con sus tareas en la huerta, el me decía que no lo hiciera porque me iba a arruinar las manos, pero a mi no me importaba y lo hacia igual. 
Su gran orgullo era, cuando iba alguno de sus hijos o nietos a visitarlo, ofrecerles una canasta llena de verduras y frutas cosechadas en su huerta para que llevaran a su casa.
Dicen que era un viejo parco, de pocas palabras, típico de un hombre rústico de campo, pero yo tuve oportunidad de conocerlo en otros aspectos, ya que conmigo solia hablar, de vez en cuando contaba algún chiste. Además, cuando se reunía toda la familia, el se sentaba al lado de los nietos más chicos, entre los que me encontraba yo, y cuando todos pedía jugo, el pedia que le sirvieran "jugo de uva", y decía que le sirvieran "un dedo", y ponía su enorme dedo parado (tenía unas manos muy grandes), lo que significaba el vaso lleno.
Con mi primo Roberto de vez en cuando lo ayudabamos en la huerta y de tanto en tanto nos mandabamos una macana. 
Recuerdo que una vez se nos ocurrió hacer una "casita" en el paraisal que había en el fondo, y comenzamos a usar las bolsas de arpillera que tenía el Nonno en el galpón, y como no nos alcanzaron, optamos por vaciar unas bolsas que estaban llenas de papas, y las dejamos desparramadas en el piso.
Otra vez le pedimos prestado el caballo, un viejo matungo llamado "Guapo", el cual mezquinaba a todos, pero a nosotros nos lo prestó, pero nos pidió que lo llevaramos al paso, que no lo hiciéramos correr, pero ni bien pasamos de la esquina, mi primo azuzó con una varita al pobre caballo y lo hizo galopar. Por supuesto que el Nonno se dio cuenta de lo que habiamos hecho, pero no nos dijo nada.
Cuando llegó el momento de mi confirmación, yo lo elegí como padrino, y mi primo Roberto hizo lo mismo.
Con el tiempo mis idas a San Benito se hicieron mas esporádicas, pero siempre iba a visitar al abuelo, al cual saludaba con un beso en la mejilla a pesar de ya tener más de 20 años, y el me respondía de la misma forma. 
Continuó con su huerta hasta cerca de los 82 años, cuando se enfermó y no pudo seguir con eso.
Era un hombre de contextura grande y alto, recuerdo que cuando yo era chico, el agachaba la cabeza para pasar por la puerta de la cocina, ya de viejo, era de mi altura, o sea 1,80 mts. más o menos (y ya se habia achicado un poco, como és logico). Era de tez blanca, cabello negro y ojos color celeste muy claro, color cielo diría yo.
Murió unos día antes de cumplir 89 años, lúcido hasta casi el último momento, pocos días antes de que yo partiera por primera vez a Italia, con una beca, a conocer la tierra de sus ancestros.

Rodolfo Bigot

sábado, 14 de julio de 2012

La tía Angela

Matea Angela Miranda, o como ella se hacía llamar, Angela Matea Miranda, era hermana de mi abuela, y nació en Paraná el 21 de septiembre de 1880, ella decía que era porque ella había traído la primavera ese año, hija de Don José Miranda y de Doña Justa Méndez.
Angela era una persona muy especial, que desentonaba un poco con la rigidez de sus hermanas. Fue la última en fallecer, por lo cual es la tía abuela con la que más tratamos, dado que vivian en la misma casa que nosotros.
La tía Angela fue para mi lo más parecido a una abuela, ya que mi abuela falleció pocos meses antes de que yo naciera. Cuando nosotros la conocimos, ya tenía varios años, y su diabetes le había dejado practicamente ciega, ya que tenía un ojo de vidrio y con el otro, según decía ella, apenas veía sombras. Además, con los años, había quedado un poco sorda, pero eso no le evitaba reconocerme cuando yo me acercaba a ella, siempre sentada en un sillón en el medio de la habitación, donde me esperaba para que me sentara en su falda para contarme cuentos que inventaba. Con el tiempo se sumó mi hermana Claudia, que de vez en cuando compartía conmigo los cuentos de la tía Angela.
A veces me pedía que la acompañara, y yo que era muy pequeño (no tenía más de 8 años), la acompañaba como lazarillo a ir hasta la farmacia o a visitar a los japoneses de la tintorería de la otra esquina.

Dicen que cuando era jóven le gustaba leer muchos, tal vez por eso sabía inventar cuentos, y era muy amigable, a tal punto que era amiga y ayudaba a los vecinos inmigrantes que se instalaban en el barrio. De ese modo se había hecho amiga de los japoneses de la tintorería, y de Don Abraham, el almacenero de la esquina, a quién parece había prestado dinero a su llegada para que pudiera poner el almacén.
Según cuenta se había hecho amiga de la esposa del tintorero, también japonesa, y esta le prestaba libros para que la tía Angela leyera, y al parecer la tía los traía a la casa, pero como estaban escritos en japonés, no entendía nada, de modo que los dejaba un tiempo sobre la mesa luz, y después de un tiempo los devolvía a su dueña diciéndole que era un libro muy interesante.
También cuentan que una vez, en ocasión de la procesión por el río de la Virgen del Rosario, ella iba con sus hermanas pero vio que estaban retrasadas y que no iban a llegar a tiempo. Al parecer iban por la parte alta del Parque Urquiza, dicen que ella miró para abajo de la barranca y vió que había unos jóvenes que estaban allí conversando o jugando, entonces le dijo a sus hermanas que se iba a tirar de la barranca y que iba a gritar así los jovenes que estaban abajo la iban a abarajar y ella podría llegar al barco. Sus hermanas, por supuesto, no creyeron que lo fuera a hacer, pero lo hizo, y tal cual como ella supuso, los jóvenes la auxiliaron, y ella desde abajo saludó a sus hermanas, mientras se dirigía al barco de la procesión. Por supuesto que sus hermanas no llegaron a tiempo y no pudieron participar de la mismas, mientras que ella disfrutó del paseo por el río.
Cuentan que en otra ocasión, estaba en un comercio junto a su hermana Bernarda, la cual parece ser que era muy formal, y se le escapó un pedo. Por supuesto que la tía Angela ni se inmutó, en cambio su hermana Bernarda se puso roja de la vergüenza, y entonces parece ser que el comerciante le dijo: "No se preocupe señorita Bernarda, a cualquier le puede pasar", creyendo que había sido ella la del incidente. Angela, por supuesto, nada dijo y solo se limitó a reirse, dejando que su hermana cargara con la culpa.
También recuerdo que algunas veces recriminaba a sus hermanas porque no la habian dejado casarse, aparentemente porque el candidato no pertenecía a una familia "bien" o adinerada.  Al parecer, la madre (mi bisabuela) era muy rígida al respecto, y tal vez sea la causa de que casi todas las hijas quedaran solteras, salvo mi abuela, que se casó despúes que falleció su madre, y cuando ya tenia 28 años.
La tía Angela falleció pocos dias antes de cumplir los 89 años, en la tarde del 5 de septiembre de 1969, yo tenía apenas 8 años, pero recuerdo que le di un beso de despedida, a esa vieja flaca, alta, de cabello canoso, casi blanco, que inventaba cuentos de animales y personas para entretenernos a mi y a mi hermana.



Angela Miranda








Los Espíndola Miranda, una historia trágica

La historia de la familia Espíndola Miranda está atravesada por una serie de situaciones trágicas y complicadas.
La historia comienza con Doña Rosa Cándida Miranda, nacida en Paraná el 3/IX/1827, hija de Don Matías Miranda y de Doña Bernarda Basualdo.
Vaya a saber por qué circunstancias, Rosa Miranda tuvo seis hijos siendo soltera, a tal punto que en el censo de 1869 figura viviendo en Paraná, con 5 hijos, los cuales figuran como ilégitimos y ella figura como "manceba".
De estos 6 hijos (una hija falleció siendo pequeña), los tres últimos los había tenido con Don José Verdier, comerciante de Paraná, con el cual aparentemente convivía, cuando este hombre falleció el 14/VI/1867, en el acta de defunción dice que este hombre tenía 56 años, era francés y soltero.
Es así que Doña Rosa Miranda inicia un juicio el 19/VI/1867 reclamando la herencia que le correspondía a sus 3 hijos menores (Julia, Rosa y Pedro), manifestando que los mismos eran hijos de Don José Verdier, el cual había muerto repentinamente sin poder arreglar la situación de sus hijos (cosa que aparentemente habia prometido). La relación entre Rosa y José Verdier databa de más de 13 años, ya que la mayor de los hijos había nacido en 1854. Para acreditar este hecho, Doña Rosa Miranda ofrece el testimonio de Don Eduardo Bianchi, comerciante de Paraná, y del Coronel Escolástico Ibarra y su esposa Doña Julia Bernard de Ibarra. Es así como estas tres personas manifiestan en el juicio de que era de público conocimiento que los tres hijos menores de Rosa Miranda eran hijos de Don José Verdier. Don Eduardo Bianchi, quién tenía un almacén, manifiesta que Don José Verdier era quién pagaba la cuenta de Doña Rosa Miranda, y que le había pedido, que cuando el se ausentaba por negocios, que proveyera de lo necesario a Doña Rosa, ya que el se haría cargo de la cuenta a su regreso. El Coronel Escolástico Ibarra manifestó que además de ser de público conocimiento, él y su esposa eran padrinos de los tres hijos de Rosa y José Verdier, y que cómo tal, éste último lo trataba siempre de compadre. Lo mismo manifestó su esposa Doña Julia Bernard de Ibarra. Ante estas declaraciones, el juez Funes ordenó que se realizara un inventario de los bienes de Don José Verdier para que de este modo se les pudiera otorgar a sus hijos naturales el porcentaje que les correspondía (en esa época los hijos naturales tenían derecho solamente al 30% de la herencia). Aquí es donde comienzan los problemas porque cuando el oficial de justicia se hace presente en el domicilio de los Verdier, para hacer un inventario de los bienes del difunto, el hermano del mismo, Don Salles Verdier, se opone y niega el ingreso al oficial de justicia, alegando su condicion de extranjero. Ante esta situación, el juez ordena nuevamente la realización del inventario, pero otra vez el hermano se niega alegando que el difunto le debía dinero a él y a su hermana, Josefa, la cual a su vez tenía a su cargo otra hija natural de José Verdier, nacida antes de su relación con Rosa Miranda, llamada también Josefa. Ante la reiterada negativa el Sr. Verdier, el juez dispone el arresto del mismo por desobediencia judicial. El Sr. Verdier es detenido y así permaneció por más de 3 meses hasta que aceptó la realización del inventario y finalmente el juicio concluyó el 6/IV/1869 con la entrega de una suma de dinero a los hijos de Rosa Miranda, equivalente a la parte que les correspondía por la herencia de su padre.
Pero las desgracias de esta familia no terminan allí. Algunos años después, la hija de Rosa Cándida, llamada también Rosa Miranda, se casó, el 15/I/1874, con Pedro José Espíndola, militar nacido en Santa Fe en 1850. Pedro José y Rosa tuvieron 6 hijos, pero la pobre Rosa falleció el 15/XI/1890, a los 33 años, quedando sus hijos huérfanos, y aparentemente al cuidado de su tía Julia Miranda. Don Pedro José Espíndola era una persona de bastante fortuna ya que tenía casas en Paraná y campos en Villaguay; y en 1894 fue elegido Senador Provincial por el Departamento Villaguay, cargo que asumió el 30/IV/1894. En diciembre de 1894, Pedro Espíndola inicia el sucesorio de sus esposa manifestando su interés en deslindar sus bienes de los que correspondían a sus hijos menores por herencia de su madre; pero lamentablemente el también fallece, aparentemente en forma inesperada, el 1/V/1895, quedando entonces sus hijos, todos menores, huérfanos de padre y madre. En el censo de 1895, los 6 hijos de Pedro y Rosa, figuran viviendo con su tía Julia Miranda.
Al poco tiempo, un hermano de Pedro Espíndola, se presenta ante el juez y solicita ser designado tutor y administrador de los bienes de sus sobrinos, alegando que los abuelos paternos de los niños habían fallecido y que la abuela materna no podía serlo por ser madre soltera. El juez accede al pedido y lo designa tutor y administrador de los bienes.
En el censo de 1895, Rosa Cándida Miranda figura viviendo en Paraná con su hija Amalia, y aparentemente estaba demente.
El tutor de los menores solicita luego autorización para llevalos a vivir a Buenos Aires, y de este modo, aparantemente separarlos de su familia materna. A tal punto parece ser así, que poco después inicia un juicio para desalojar a Amalia Miranda de una vivienda que pertenecía a los menores, al parecer por herencia de su madre Rosa. Al parecer Amalia Miranda y su madre Rosa Cándida vivían en una casa que pertenecía a la fallecida Rosa Miranda de Espíndola, si bien en el censo de 1895 figuran como propietarias.
Parece ser que este tío Espíndola, de lo único que se ocupó fue de gastar el dinero y desatender a sus sobrinos, ya que en 1898, al cumplir la mayoría de edad la mayor de sus sobrinos, Clorinda Espíndola, esta le inicia un juicio de rendición de cuentas, manifestando que su tío nunca había pagado a las personas que los había criado a ella y a sus hermanos, y que por lo tanto ella tenía una deuda con esas personas. A raíz de esta acción y después de la intervención del Defensor de Menores, éste último solicita la revocatoria de la tutoría del Sr. Espíndola, y pide que se designe tutor de los menores y administrador de sus bienes, a su tío materno, Don Pedro Celestino Miranda, el cual, aparentemente, era el que en realidad se había ocupado de los menores cuando había tenido alguna necesidad. El juez accedió a los solicitado por el Defensor de Menores, avalado además por Clorinda Espíndola, hermana mayor de los mismos, en 1900.
Uno de los hijos de Rosa Miranda y Pedro Espindola fue el General de División del Ejército Argentino Don Adolfo Salvador Espíndola, miembro del Instituto Sanmartiniano y del Estado Mayor del Ejécito.

domingo, 1 de julio de 2012

Sebastián de los Ríos

No he podido determinar con certeza quienes son los antepasados del Capitán Domingo de los Ríos, pero en la Historia de Entre Ríos de Don Benigno Tejeiro Martínez (1900), este sostiene que descendía de los primeros pobladores de Paraná (o de la Bajada).
Tanto Tejeiro Martínez como César Blas Pérez Colman (Historia de Entre Ríos - Etapa colonial), manifiestan que entre los primeros pobladores de Paraná se encontraba el Capitán Sebastián de los Rios, quién en 1738, junto a otros vecinos del poblado, informaron al Cabildo de Santa Fe nuevos ataques y crímenes ejecutados por las tribus indígenas (Pérez Colman, Tomo 1). Teniendo en cuenta que la Parroquia de Paraná se creó en octubre de 1730 y que los primeros pobladores se habian instalado alrededor del año 1715, podemos considerar que Don Sebastián de los Ríos era uno de los primeros vecinos del poblado. 
De acuerdo a lo manifestado por el mismo Sebastián de los Ríos en el expediente matrimonial obrante en la Parroquia de Todos los Santos de Santa Fe, el 4 de abril de 1698, era nacido en Corrientes, hijo de Ignacio de los Ríos y de Ana Ballesteros. En ese expediente solicita autorización para casarse con Doña Leonor Alvarez Gaitán, viuda de Cristobal Masedo; y según consta en dicho expediente, el matrimonio se llevó a cabo en ese mismo mes de abril de 1698.
Varios años después, el 29 de abril de 1716, Don Sebastián de los Ríos inicia un nuevo expediente matrimonial, donde nuevamente manifiesta ser oriundo de Corrientes, y solicita que, dado que había enviudado recientemente, lo cual era de público conocimiento, y dada su condición de "patricio", solicita se lo exima de realizar la información matrimonial y se le permita contraer matrimonio con doña María de Solorzano. 
El matrimonio se llevó a cabo el día 6 de mayo de 1716, habiendo sido testigos Don Melchor Gaete, su esposa Da. Juana del Cazal y Don Jerónimo Barreto.
Doña María de Solorzano era hija de Don Juan de Soto y de Doña Josefa Solorzano, por ello en algunas de las actas de bautismo de sus hijos figura como María Soto y en otras como María Solorzano.
De acuerdo a los registros de la Parroquia de Todos los Santos de Santa Fe, el día 17 de noviembre de 1715 había fallecido Doña Ysabel Cortes de Santuchos, esposa del Capitán Sebastián de los Ríos.
De esto surge que aparentemte, Don Sebastián de los Ríos se habria casado tres veces; no obstante ello, solo he localizado actas de bautismo correspondientes a cinco hijos habidos del último matrimonio:

1) José de los Ríos, bautizado en Santa Fe el 27 de abril de 1718, cuando tenía 1 año y 2 meses, sus padrinos fueron Melchor Gaete y Juana del Cazal.
2) Ignacio de los Ríos, nacido el 28 de julio de 1719 y bautizado en Santa Fe el 6 de agosto de 1719, sus padrinos fueron Esteban Marcos de Mendoza y su esposa Juana Gaete.
3) Manuel Francisco de los Ríos, nacido el 12 de abril de 1721 y bautizado en Santa Fe el 21 de abril, sus padrinos fueron Melchor Gaete y Juana del Cazal.
4) María Rosa de los Rios, nacida en 1727 y bautizada en Santa Fe el 13 de abril de 1728, cuando tenía 1 año de edad, sus padrinos fueron Melchor Gaete y Juana del Cazal.
5) Bernabé Sebastián de los Ríos, nacido el 10 de junio de 1728 y bautizado en Santa Fe el 20 de junio de ese año, sus padrinos fueron Joseph Lorca y María Gutierrez de Arce.

Domingo de los Ríos podría ser hijo de este matrimonio y haber nacido entre 1721 y 1727 (periodo en el que no figuran hijos), o bien ser hijo de uno de los matrimonios anteriores de Don Sebastián de los Ríos.
En el censo realizado en 1745 en la zona de La Bajada por Fray Roque del Pino, en la zona comprendida entre los arroyos Sauce Grande, Espinillo y Las Tunas, vivía la viuda de Sebastián de los Ríos, con "ovejas y lecheras".
En el censo de 1803, en la zona comprendida entre los arroyos Espinillo y Quebracho, figura Don Bernabé de los Ríos con su esposa y algunos de sus hijos.
Si tenemos en cuenta que el Capitán Domingo de los Ríos, según Pérez Colman, fue uno de los primeros pobladores de la zona del Espinillo, y que además estaba a cargo de la Compañia de Caballeria del Partido del Espinillo en 1764 y en 1791; la hipótesis de su pertenencia a la familia de Sebastián de los Ríos puede considerarse como un hecho posible.