Mi abuelo Rodolfo, el Nonno como le decíamos, fue una persona muy importante para mí, de la cual aprendí muchas cosas en mis numerosas estadías en su casa en San Benito.
San Benito fue para mi como mi segunda casa, ya que durante muchos años, todos los fines de semana los pasaba allí, incluso las vacaciones. Recuerdo que el viernes por la tarde ya preparaba mi bolso y me iba a tomar el colectivo en la Plaza de Mayo para pasar el fin de semana en San Benito. Generalmente iba a la casa de mi tíos Osvaldo y Kitty, porque allí estaba mi primo Roberto, de mi misma edad, con el cual eramos muy compinches. Pero cuando no podía ir allá, por cualquier motivo, me quedaba en la casa del Nonno. Una casa típica de pueblo, con una galería que daba a un patio con un aljibe, y alrededor de la galería estaban las habitaciones de la casa. Yo dormía en la habitación del fondo, la que antes ocupaban mis tíos varones (uno habia muerto y el otro estaba casado), era una habitación muy grande y fría, pero a mi no me importaba. Recuerdo que el Nonno ponía una botella de barro con agua caliente para calentar las sábanas, a modo de bolsa de agua caliente. Siempre se levantaba muy temprano, y cuando yo oía ruidos ya me levantaba; el me preparaba el desayuno y luego de desayunar juntos, donde intercambiabamos algunas palabras, el preparaba su mate y se iba a trabajar en su huerta; y yo lo seguía atrás. Mientras hacía sus tareas me explicaba sobre cuando sembrar determinadas verduras, que habia que tener en cuenta la luna para determinadas plantas, como hacer plantas de gajos, etc. Además regaba sus almácigos con un sistema de canales, que mucho más tarde yo tuve que estudiar en la facultad, y entonces me di cuenta que mi abuelo, sin haber ido a la facultad, aplicaba un sistema de riego artificial por rotación de turnos, uno de los más antiguos, pero aún utilizado en muchas partes. Seguramente lo había aprendido de sus padres, o tal vez lo había leído en algún lado y lo había aplicado. Era una persona a la que le gustaba leer, recuerdo que siempre estaba informado, y que le encantaba hacer crucigramas. Muchas veces me pedia que le comprara esas revistas sobre crucigramas que salían en esa época (no se si todavia se editan). Generalmente, cuando terminaba su tarea en la huerta, se sentaba en la mesa de la cocina, con la revista de crucigramas y un viejo diccionario al lado. Recuerdo que muchas veces me decía, "sabías que tal palabra significa tal cosa". En esos ratos yo aprovechaba a hablar con el y a preguntarle cosas de la familia, de sus padres, de donde eran, etc. información que después me sirvió para armar mi árbol genealógico y obtener la ciudadanía italiana.
Muchas veces yo le ayudaba con sus tareas en la huerta, el me decía que no lo hiciera porque me iba a arruinar las manos, pero a mi no me importaba y lo hacia igual.
Su gran orgullo era, cuando iba alguno de sus hijos o nietos a visitarlo, ofrecerles una canasta llena de verduras y frutas cosechadas en su huerta para que llevaran a su casa.
Dicen que era un viejo parco, de pocas palabras, típico de un hombre rústico de campo, pero yo tuve oportunidad de conocerlo en otros aspectos, ya que conmigo solia hablar, de vez en cuando contaba algún chiste. Además, cuando se reunía toda la familia, el se sentaba al lado de los nietos más chicos, entre los que me encontraba yo, y cuando todos pedía jugo, el pedia que le sirvieran "jugo de uva", y decía que le sirvieran "un dedo", y ponía su enorme dedo parado (tenía unas manos muy grandes), lo que significaba el vaso lleno.
Con mi primo Roberto de vez en cuando lo ayudabamos en la huerta y de tanto en tanto nos mandabamos una macana.
Recuerdo que una vez se nos ocurrió hacer una "casita" en el paraisal que había en el fondo, y comenzamos a usar las bolsas de arpillera que tenía el Nonno en el galpón, y como no nos alcanzaron, optamos por vaciar unas bolsas que estaban llenas de papas, y las dejamos desparramadas en el piso.
Otra vez le pedimos prestado el caballo, un viejo matungo llamado "Guapo", el cual mezquinaba a todos, pero a nosotros nos lo prestó, pero nos pidió que lo llevaramos al paso, que no lo hiciéramos correr, pero ni bien pasamos de la esquina, mi primo azuzó con una varita al pobre caballo y lo hizo galopar. Por supuesto que el Nonno se dio cuenta de lo que habiamos hecho, pero no nos dijo nada.
Cuando llegó el momento de mi confirmación, yo lo elegí como padrino, y mi primo Roberto hizo lo mismo.
Con el tiempo mis idas a San Benito se hicieron mas esporádicas, pero siempre iba a visitar al abuelo, al cual saludaba con un beso en la mejilla a pesar de ya tener más de 20 años, y el me respondía de la misma forma.
Continuó con su huerta hasta cerca de los 82 años, cuando se enfermó y no pudo seguir con eso.
Era un hombre de contextura grande y alto, recuerdo que cuando yo era chico, el agachaba la cabeza para pasar por la puerta de la cocina, ya de viejo, era de mi altura, o sea 1,80 mts. más o menos (y ya se habia achicado un poco, como és logico). Era de tez blanca, cabello negro y ojos color celeste muy claro, color cielo diría yo.
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