La historia de la familia Espíndola Miranda está atravesada por una serie de situaciones trágicas y complicadas.
La historia comienza con Doña Rosa Cándida Miranda, nacida en Paraná el 3/IX/1827, hija de Don Matías Miranda y de Doña Bernarda Basualdo.
Vaya a saber por qué circunstancias, Rosa Miranda tuvo seis hijos siendo soltera, a tal punto que en el censo de 1869 figura viviendo en Paraná, con 5 hijos, los cuales figuran como ilégitimos y ella figura como "manceba".
De estos 6 hijos (una hija falleció siendo pequeña), los tres últimos los había tenido con Don José Verdier, comerciante de Paraná, con el cual aparentemente convivía, cuando este hombre falleció el 14/VI/1867, en el acta de defunción dice que este hombre tenía 56 años, era francés y soltero.
Es así que Doña Rosa Miranda inicia un juicio el 19/VI/1867 reclamando la herencia que le correspondía a sus 3 hijos menores (Julia, Rosa y Pedro), manifestando que los mismos eran hijos de Don José Verdier, el cual había muerto repentinamente sin poder arreglar la situación de sus hijos (cosa que aparentemente habia prometido). La relación entre Rosa y José Verdier databa de más de 13 años, ya que la mayor de los hijos había nacido en 1854. Para acreditar este hecho, Doña Rosa Miranda ofrece el testimonio de Don Eduardo Bianchi, comerciante de Paraná, y del Coronel Escolástico Ibarra y su esposa Doña Julia Bernard de Ibarra. Es así como estas tres personas manifiestan en el juicio de que era de público conocimiento que los tres hijos menores de Rosa Miranda eran hijos de Don José Verdier. Don Eduardo Bianchi, quién tenía un almacén, manifiesta que Don José Verdier era quién pagaba la cuenta de Doña Rosa Miranda, y que le había pedido, que cuando el se ausentaba por negocios, que proveyera de lo necesario a Doña Rosa, ya que el se haría cargo de la cuenta a su regreso. El Coronel Escolástico Ibarra manifestó que además de ser de público conocimiento, él y su esposa eran padrinos de los tres hijos de Rosa y José Verdier, y que cómo tal, éste último lo trataba siempre de compadre. Lo mismo manifestó su esposa Doña Julia Bernard de Ibarra. Ante estas declaraciones, el juez Funes ordenó que se realizara un inventario de los bienes de Don José Verdier para que de este modo se les pudiera otorgar a sus hijos naturales el porcentaje que les correspondía (en esa época los hijos naturales tenían derecho solamente al 30% de la herencia). Aquí es donde comienzan los problemas porque cuando el oficial de justicia se hace presente en el domicilio de los Verdier, para hacer un inventario de los bienes del difunto, el hermano del mismo, Don Salles Verdier, se opone y niega el ingreso al oficial de justicia, alegando su condicion de extranjero. Ante esta situación, el juez ordena nuevamente la realización del inventario, pero otra vez el hermano se niega alegando que el difunto le debía dinero a él y a su hermana, Josefa, la cual a su vez tenía a su cargo otra hija natural de José Verdier, nacida antes de su relación con Rosa Miranda, llamada también Josefa. Ante la reiterada negativa el Sr. Verdier, el juez dispone el arresto del mismo por desobediencia judicial. El Sr. Verdier es detenido y así permaneció por más de 3 meses hasta que aceptó la realización del inventario y finalmente el juicio concluyó el 6/IV/1869 con la entrega de una suma de dinero a los hijos de Rosa Miranda, equivalente a la parte que les correspondía por la herencia de su padre.
Pero las desgracias de esta familia no terminan allí. Algunos años después, la hija de Rosa Cándida, llamada también Rosa Miranda, se casó, el 15/I/1874, con Pedro José Espíndola, militar nacido en Santa Fe en 1850. Pedro José y Rosa tuvieron 6 hijos, pero la pobre Rosa falleció el 15/XI/1890, a los 33 años, quedando sus hijos huérfanos, y aparentemente al cuidado de su tía Julia Miranda. Don Pedro José Espíndola era una persona de bastante fortuna ya que tenía casas en Paraná y campos en Villaguay; y en 1894 fue elegido Senador Provincial por el Departamento Villaguay, cargo que asumió el 30/IV/1894. En diciembre de 1894, Pedro Espíndola inicia el sucesorio de sus esposa manifestando su interés en deslindar sus bienes de los que correspondían a sus hijos menores por herencia de su madre; pero lamentablemente el también fallece, aparentemente en forma inesperada, el 1/V/1895, quedando entonces sus hijos, todos menores, huérfanos de padre y madre. En el censo de 1895, los 6 hijos de Pedro y Rosa, figuran viviendo con su tía Julia Miranda.
Al poco tiempo, un hermano de Pedro Espíndola, se presenta ante el juez y solicita ser designado tutor y administrador de los bienes de sus sobrinos, alegando que los abuelos paternos de los niños habían fallecido y que la abuela materna no podía serlo por ser madre soltera. El juez accede al pedido y lo designa tutor y administrador de los bienes.
En el censo de 1895, Rosa Cándida Miranda figura viviendo en Paraná con su hija Amalia, y aparentemente estaba demente.
El tutor de los menores solicita luego autorización para llevalos a vivir a Buenos Aires, y de este modo, aparantemente separarlos de su familia materna. A tal punto parece ser así, que poco después inicia un juicio para desalojar a Amalia Miranda de una vivienda que pertenecía a los menores, al parecer por herencia de su madre Rosa. Al parecer Amalia Miranda y su madre Rosa Cándida vivían en una casa que pertenecía a la fallecida Rosa Miranda de Espíndola, si bien en el censo de 1895 figuran como propietarias.
Parece ser que este tío Espíndola, de lo único que se ocupó fue de gastar el dinero y desatender a sus sobrinos, ya que en 1898, al cumplir la mayoría de edad la mayor de sus sobrinos, Clorinda Espíndola, esta le inicia un juicio de rendición de cuentas, manifestando que su tío nunca había pagado a las personas que los había criado a ella y a sus hermanos, y que por lo tanto ella tenía una deuda con esas personas. A raíz de esta acción y después de la intervención del Defensor de Menores, éste último solicita la revocatoria de la tutoría del Sr. Espíndola, y pide que se designe tutor de los menores y administrador de sus bienes, a su tío materno, Don Pedro Celestino Miranda, el cual, aparentemente, era el que en realidad se había ocupado de los menores cuando había tenido alguna necesidad. El juez accedió a los solicitado por el Defensor de Menores, avalado además por Clorinda Espíndola, hermana mayor de los mismos, en 1900.
Uno de los hijos de Rosa Miranda y Pedro Espindola fue el General de División del Ejército Argentino Don Adolfo Salvador Espíndola, miembro del Instituto Sanmartiniano y del Estado Mayor del Ejécito.
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